viernes, 7 de septiembre de 2012

El cuento: origen y desarrollo (136) por Roberto Brey



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Diferentes periodos políticos y culturales del Japón

El desarrollo del Budismo en la época de Nara (710 – 794)

Hasta el 710, la capital se desplazaba cada vez que un nuevo Emperador subía al trono. Sin embargo, en ese año, la corte imperial se fijará definitivamente en Nara. Durante los 84 años de este periodo, siete emperadores se irían sucediendo en Nara. El budismo se desarrolla y miles de templos se construirán uno tras otro por todo el país. Además, aparecerán otras esculturas y otras formas de arte influenciadas por el budismo, de las que se destaca la imagen de bronce de Buda, realizada en el 752 en el templo de Todaiji. Es el bronce más grande de Buda en Japón. Todavía hoy Nara se enorgullece de sus antiguos templos y de los panteones de la familia imperial.

“El cortador de bambú”
Un relato de tradición oral, según se cree escrito en el siglo IX, hace pocos años fue traducido al castellano. Se trata de “El cortador de bambú”, cuento, relato o historia, que responde al mundo fantástico de las tradiciones antiguas, y al mismo tiempo está enlazado con la moderna ciencia ficción, ya que el personaje central no es de este mundo y en su final, como en otras tradiciones antiguas, parece remontarse a un cielo que contiene otras civilizaciones.
Está considerado el primer trabajo de ficción escrito en letras silábicas nacionales (y no en caracteres chinos), es una obra basada en la tradición más remota de la historia literaria japonesa y muchos lo tienen como el arquetipo y padre de todas las obras de ficción japonesas.
Un fragmento de la versión de María Luisa Arnaiz Sánchez comienza así:

   “Hace ya mucho tiempo, había un viejo cortador de bambú. Andaba por los campos y montes cortando bambúes para los más diversos usos. Se llamaba Sanuki no Miyatsuko. Un día, encontró un bambú cuyo pie resplandecía. Intrigado, el viejo se aproximó y vio que la luz provenía del interior de una sección del tronco. Al cortarlo, halló a un ser humano del tamaño de tres pulgadas sentado con una gracia sin igual. El viejo cortador dijo así:
- Ya que te encuentras dentro del bambú que veo cada mañana y cada tarde, queda claro que estás destinada a ser mi hija.
   Y se la llevó a casa en la palma de la mano. La confió a su anciana mujer para que la criara. Su encanto era infinito. Como era tan pequeña la cuidaron metida en una cesta de bambú.
   El viejo cortador de bambú seguía cortando bambúes. Pero desde que halló a la niña,  empezó a encontrar bambúes con oro dentro de cada sección. Así se fue haciendo rico poco a poco.
   La niña, a medida que la alimentaban, se la veía crecer, y al cabo de tres meses era ya tan alta como un adulto. De manera que le organizaron la ceremonia de recoger el cabello en lo alto y la vistieron de mayor. La cuidaban con gran amor y nunca la dejaban salir de detrás de los visillos. No había belleza comparable a la suya en el mundo y todos los rincones de la casa estaban llenos de la luminosidad de su hermosura. Si el viejo se encontraba mal, se ponía bien al verla. Si estaba enfadado por algo, se le pasaba…
 
Una versión completa de “El cortador de bambú” puede leerse en:

El período Heian (794-1185), la etapa clásica de la literatura japonesa, duró de finales del siglo VIII a fines del siglo XII. Uno de los rasgos característicos del período es el protagonismo de mujeres cultas en las cortes, que a pesar de estar en una sociedad que las obligaba a ser sumisas con el hombre, poseían abundante conocimiento cultural.
En 905 se publicó bajo encargo del emperador la antología poética: Kokin wakashu o Kokinshu, una colección de poemas antiguos y modernos, con temas religiosos y mágicos. Además, la obra en prosa Ise-Monogatari (Cantares de Ise), influyó después sobre las dos obras más importantes de esta era, ambas escritas por mujeres en el siglo XI: Makura no Sōshi (Libro de la almohada), escrita por Sei Shōnagon y Genji Monogatari (Romance de Genji), escrita por Murasaki Shikibu en 1008.
El primero es un libro autobiográfico, que muestra muchos rasgos de la cultura japonesa de la época, como el ideal de belleza de hombres y mujeres entre la aristocracia japonesa.
La historia de Genji, escrita casi al mismo tiempo que la anterior, por Murasaki Shikibu, es un inmenso relato de 54 capítulos y más de 4.000 páginas, donde se cuenta la historia del hijo de un emperador japonés.

Murasaki Shikibu (973-1013), hija de un aristócrata que vivió en la corte japonesa a finales de la Heian escribiría:
"En cierto reinado, alguien de rango no muy elevado gozaba de un favor muy excepcional entre todas las consortes e íntimas de Su Majestad. Las demás, se habían considerado con derecho exclusivo al alto lugar que ocupaban, sentían un profundo desprecio por aquella mujer que les parecía espantosa."

Así empieza "la Historia de Genji" (Genji monogatari) que narra las historias amorosas del príncipe Genji.
Debido a las restricciones mencionadas, la autora no pudo aprender la lengua china y debió contentarse con la escritura silábica para su obra. Los primeros lectores de la novela fueron las damas de compañía de la emperatriz, pero pronto se popularizó. Tanto es así que en Japón se declaró al 2008 como "año del milenio de Genji", y se realizaron diversas actividades conmemorativas.
De la importancia de esa participación femenina en la literatura en aquellos comienzos dice la estudiosa argentina Amalia Sato en un reportaje:
“Yo en un principio tenía una visión entre comillas feminista del papel de las mujeres, pero si no hubieran sido pares con los hombres al convertir esa escritura en la literatura amorosa, en la literatura epistolar, etcétera, no se habría conservado esa modificación caligráfica que fueron ejerciendo sobre los ideogramas, que los terminó transformando en un sistema fonético. Y esa escritura de mujeres, de mano de mujer, después hizo que se tiñera toda la literatura japonesa con el adjetivo de femenino. Todo lo que los hombres también sentían se designaba como femenino. Ese es un tema de género que hasta el día de hoy, yo creo, está trabajando en la cultura japonesa y hace que resulte tan atractiva. Lo femenino no es necesariamente mujer. Ese paso de hombre-mujer, mujer-hombre, como un travestismo cultural, que en el caso de Japón tiene su origen desde la fundación de la propia escritura…”
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